La silvicultura ha sido definida de varias maneras. Algunas de esas definiciones incluyen que esta práctica es (Smith, 1986):
Esta práctica es a la ciencia forestal, lo que la agronomía es a la agricultura. Tiene que ver con las tecnologías, técnicas y prácticas que hacen posible el establecimiento, manejo y cuidado de un cultivo. En este caso, los árboles. El fundamento de la silvicultura dentro de las ciencias naturales yace en la silvics. Es decir, en los principios que rigen el crecimiento y desarrollo de los árboles como individuos y de los bosques naturales y las plantaciones forestales como unidades biológicas.
En el caso de los bosques naturales, el conocimiento de sus estructuras, de las especies que los conforman, de cómo estas crecen y de cómo interactúan entre ellas, les permite a los ingenieros forestales manejarlos y conservarlos.
Manejarlos porque se pueden diseñar planes de manejo silvícola que hagan posible el uso sostenible de este recurso. Y conservarlos porque, al conocer su estructura y funcionamiento, usan la silvicultura dentro de los límites de cada ecosistema forestal para utilizarlos sin dañarlos o agotarlos.
En el caso de las plantaciones forestales, la silvicultura hace posible que se cultiven árboles de especies que, por las características de su madera o las propiedades de sus fibras, pueden usarse como materias primas en construcción, fabricación de papel y empaques, farmacéutica o recuperación de suelos.
Al ser altamente productivas, las plantaciones forestales comerciales son una alternativa técnicamente viable, ambientalmente responsable y económicamente rentable. Ayudan a proteger los bosques naturales al obtener, de manera sostenible, algunos servicios ecosistémicos de los que ellos nos proveen.
Esta práctica demanda del profesional forestal conocimientos en campos como la ecología, los suelos, la fisiología vegetal, la climatología, la entomología y la patología forestal. La puesta en práctica y la integración de estos conocimientos en un plan de manejo silvícola es lo que hace posible que se pueda:
Las plantaciones forestales no pueden proveer a las sociedades de todos los servicios ecosistémicos que nos prestan las masas de bosque natural.
Sin embargo, lo que las plantaciones forestales bien manejadas sí pueden hacer por todos nosotros es proveernos de fibras y materias primas para satisfacer algunas de nuestras necesidades de manera más eficiente que los bosques naturales, mientras nos ayudan a protegerlos. De hecho, un reporte de la FAO (2020) sobre el estado de los bosques del mundo calculó que:
Las plantaciones forestales comerciales con especies de rápido crecimiento (más de 5.0 m3/ha/año) solo representan el 1.4 % de todas las plantaciones.
Sin embargo, estas suministran el 21 % de la materia prima que consumimos.
Manejar los bosques naturales de una manera sustentable en el tiempo o transformar suelos degradados por décadas de uso inadecuados en plantaciones forestales (sean estas para uso comercial o para contribuir a restaurar ecosistemas desprovistos de vegetación arbórea), genera empleos rurales de calidad.
El manejo técnico de las plantaciones demanda mano de obra local para preparar el terreno, sembrar, limpiar la maleza, fertilizar, podar, entresacar y, finalmente, después de cosechar, iniciar un nuevo ciclo. Además, las comunidades locales pueden usar el recurso de la madera para:
Se ha estimado que 12 hectáreas de plantación generan un empleo permanente y entre tres y cuatro temporales. Estas cifras son inferiores a las generadas por otras actividades rurales. Pero también es cierto que superan el número de empleos por hectárea de algunos usos del suelo que sustituyen. Por ejemplo, la ganadería extensiva o la agricultura de subsistencia.
Está orientada a incrementar la productividad de estos ecosistemas forestales. Para ello, tiene en cuenta la selección de las especies que mejor se adaptan a las condiciones de suelos, elevación, temperatura y régimen de lluvias de los sitios donde serán plantadas. También cuándo y cómo se siembran, cómo se mantienen libres de malezas y cuándo y con qué nutrientes se fertilizan.
Al aumentar la producción, también aumenta el CO2 que las plantaciones extraen de la atmósfera y acumulan. Esto último lo hacen en raíces, tallos, corteza, ramas y hojas. Por eso, cuando se establecen plantaciones forestales en áreas usadas, durante décadas, para otras actividades, los beneficios son múltiples.
En resumen, la silvicultura permite producir, conservando al mismo tiempo. Al profundizar en qué es el desarrollo sostenible, descubrirás esta práctica como una herramienta esencial para cuidar el medio ambiente.
Referencias Bibliográficas
FAO. (2020). El estado de los bosques del mundo 2020. https://www.fao.org/3/ca8642es/online/ca8642es.html
Smith, D.M. (1986). The practice of silviculture.